La hepatitis B es una infección hepática potencialmente mortal causada por el virus de la hepatitis B (VHB). Se calcula que 240 millones de personas de todo el mundo tienen infección crónica por VHB, y más de 780 000 fallecen cada año debido a complicaciones como cirrosis y cáncer hepático.1
Si bien no hay cura para la hepatitis B, puede prevenirse. Las vacunas actualmente disponibles tienen una eficacia del 95 % en la inhibición de la infección y el desarrollo posterior de enfermedad crónica.2
La hepatitis B es una enfermedad hepática contagiosa de gravedad que va de enfermedad leve de unas pocas semanas de duración a enfermedad grave crónica.
La mayoría de las personas no presentan síntomas tras la infección inicial por VHB y con frecuencia no se diagnostican hasta la aparición de la enfermedad hepática avanzada. Entretanto, pueden extender de manera inconsciente el virus a través del contacto sexual y el intercambio de líquidos corporales. De hecho, la hepatitis B es 50–100 veces más infecciosa que el VIH.
Los esfuerzos por tratar la infección pueden dificultarse por el acceso limitado a un diagnóstico y medicación adecuados.
Hay numerosos test sanguíneos diferentes disponibles para el diagnóstico de hepatitis B.
El tratamiento puede adaptarse de manera precisa a las necesidades individuales de un paciente. No hay medicación disponible para el tratamiento de la hepatitis B aguda. Las personas con hepatitis B crónica deben supervisarse de forma periódica para la detección de signos de enfermedad hepática y evaluarse para el posible tratamiento.
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Referencias bibliográficas
