Los virus T-linfotrópico humano (HTLV) I y II son retrovirus que han infectado a aproximadamente 20 millones de personas en todo el mundo.1,2 El virus puede transmitirse de la madre al bebé a través de la lactancia materna, mediante relaciones sexuales heterosexuales y homosexuales, el intercambio de agujas contaminadas o mediante hemoderivados contaminados.3,4
Como consecuencia de la infección a través de uso de fármacos por vía intravenosa o el contacto sexual secundario, los HTLV-I/II han entrado en las poblaciones general y de donantes de sangre.5 El HTLV-I es, de los dos, el más relevante desde un punto de vista clínico y se ha asociado de forma directa a la enfermedad potencialmente mortal de leucemia/linfoma de linfocitos T del adulto (ATLL) y a la afección debilitante para la vida de mielopatía asociada con HTLV/paraparesia espástica tropical (HAM/TSP).1,4