En el caso de determinadas enfermedades, el trasplante de órganos sólidos, tejidos o células de un donante a un receptor es a menudo la única cura.
Se estima que la insuficiencia de órganos en etapa terminal afecta a más de seis millones de personas en todo el mundo.1 Los avances en las técnicas quirúrgicas, la inmunodepresión, el emparejamiento de donante y receptor y los antimicrobianos han contribuido a aumentar el éxito de los procedimientos de trasplante. 2
Sin embargo, las complicaciones debidas a la infección después del trasplante son una de las principales causas de morbimortalidad postoperatoria, incluido el rechazo o la pérdida del injerto o del trasplante, entre otras dificultades.3