La enfermedad de Alzheimer (EA) supone un reto para la sanidad pública.1 Se prevé que el número total de personas con demencia aumente hasta 152 millones en 2050 en todo el mundo.1 El 62% de los casos están causados por la EA.2
Más del 50% de los pacientes con demencia no tienen un diagnóstico formal 3-6 y, en encuestas recientes, más de la mitad de los cuidadores declaró que hubiera preferido un diagnóstico más temprano de la EA.7
Los biomarcadores como el amiloide y la tau están recomendados para el diagnóstico de la EA y la inclusión de pacientes en ensayos clínicos.8,9 Varios estudios han reforzado que biomarcadores de imagen, como la tomografía por emisión de positrones (PET) de amiloide y los biomarcadores en líquido cefalorraquídeo (LCR) son indicadores válidos de cambios neuropatológicos en la EA.10